Shhhh... San Valentín.

Con bastante sigilo y timidez ha pasado la segunda fiesta santa más comercial del mundo. No han sido pocas personas las que me han dicho que las ventas han decaído sensiblemente, que no iban a regalar nada ni tampoco esperaban ningún regalo de sus parejas.
Quizá sea por falta de capital o por dejadez, o porque ya nos vamos mentalizando que el amor se demuestra con otras herramientas y los momentos de generosidad deben ser espontáneos y no condicionados por una fecha; la cuestión es que si no ha sido un San Valentín muy espléndido no habrá sido por la cantidad de opciones que nos han ido sugiriendo desde comienzos de mes.

Desde las grandes cadenas textiles como Bershka y Stradivarius:

A las boutiques más exclusivas como Net à Porter, Tifanny's, o Jimmy Choo:

Yo la verdad es que regalos no he visto, pero ramos de flores a mansalva...¿será que las flores son y serán siempre ese clásico recurrente que simbólicamente define de una forma pésima el concepto del amor como algo efímero y antinaturalmente entregado que acabará en la basura cuando deje de ser hermoso?

Al parecer sí...
Yo por mi parte nunca ni me he tragado, ni he sido partícipe de que comprar algo porque alguien me diga que debo hacerlo para demostrar lo que siento, pero también confesaré que me encantaría llegar algún día cualquiera y encontrarme unas preciosidades como estas esperándome:

Menos mal que soñar sigue siendo gratis....


Besitos que hacen ruidito al andar...